La inquietud de este fabricante sueco por experimentar e innovar empezó en 1933, muy pronto si consideramos que tan sólo seis años antes salía el primer coche de su cadena de montaje, fabricando el primer concept car de todos los tiempos. En esto se adelantaron cinco años al Buick Y-Job de Harley J. Earl, pero esta es otra interesante y curiosa historia que contaremos por aquí en poco tiempo.
Perdido en el tiempo
El Volvo Venus Bilo es un coche avanzado para su época (cuyo nombre juega con el de la Venus de Milo no sabemos con qué intención, tal vez como icono de belleza), se creó con el único fin de testar la opinión del público ante las innovaciones en aerodinámica que el fabricante sueco entendía eran el futuro. Montado sobre la base del Volvo PV655, se trata de una carrocería especial, recordemos que en aquellos años previos a la Segunda Guerra mundial los fabricantes facilitaban el chasis sin carrocería para que el carrocero elegido por el cliente «vistiera» el coche a su gusto.
Innovador y bello
En el caso del Venus Bilo la marca participó directamente en la creación de la carrocería, parece que el diseñador encargado de reflejar los deseos de Volvo fue Gustaff Ericsson (hijo de Magnus Ericsson creador de la afamada empresa de telefonía sueca). Como podemos ver en la imagen superior el diseño era rompedor, hablamos de los años 30 del siglo pasado. La carencia de estribos laterales, los guardabarros y faros integrados en la carrocería hacían que el coche se viera «raro». El interior también era novedoso, los asientos se abatían convirtiéndose en camas, podía albergar hasta nueve maletas especialmente diseñadas. El equipaje se podía almacenar tanto en el maletero como en un compartimento especial creado en la parte delantera derecha del coche, un hueco idéntico en la parte izquierda albergaba una rueda de repuesto, la otra se ubicaba en la cola del vehículo y hacía las veces de paragolpes trasero.
Como un coche clásico único que fue tuvo un final también diferente, tras la Segunda Gran Guerra fue vendido a un cliente danés, que a su vez vendió a un desguace y ahí se pierde la pista de tan bello ejemplar, es el año 1956 y hasta hoy no se han vuelto a tener noticias de él.