La crisis que empieza a asolar el mundo en aquellos primeros años de la década de los 30, las sombras empiezan a aparecer (no olvidemos el «Crack del 29″ que se produce en la bolsa neoyorquina» y que tiene repercusiones en la economía mundial). En nuestro país se instaura un nuevo régimen político, la Segunda República en 1931. El ambiente político no es el más propicio para una marca que se asienta firmemente en la realeza y la alta burguesía del país. Surgen problemas de suministro para la factoría española, nuevas trabas a la importación de materias primas son la causa.
Como en una tormenta perfecta demasiados hechos influyeron en su desaparición
Contra toda inconveniencia la actividad industrial no cesa y se presentan nuevos modelos durante estos primeros años de la década de los 30, el T60, el T64 y el 56Bis, siendo el T60 el primer modelo puesto a la venta cuyo diseño no venía de las manos de Birkigt. En 1935 fallece Damian Mateu dirigente de la compañía, su hijo se hace cargo de la misma en una ambiente político muy enrarecido. Poco tiempo después estalla la absurda y sangrienta Guerra Civil española que herirá de muerte a Hispano-Suiza.
Durante la guerra española las distintas fábricas de la empresa colaboraron con el bando que dominaba la zona en que se encontraban, la fábrica de Barcelona, en manos republicanas, se dedicó a la producción de blindados, mientras que en Sevilla se monta un taller que daba soporte técnico a los aviones del bando rebelde.
Una guerra que acabó con toda esperanza
En Francia la producción siguió a plena marcha con los nuevos J12 y los aún más nuevos K6, el último vehículo que el ingeniero suizo diseñaría para Hispano-Suiza. La fábrica gala paralizaría su producción en 1938 como consecuencia del inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Tras la Guerra Civil, el estado en que se encuentra el país no es el más propicio para el relanzamiento de la empresa, Miguel Mateu, hijo del anterior propietario, pone en ello todo su empeño. Cuenta, incluso, con la colaboración de Marc Birkigt y su hijo que vuelven a Barcelona con el objeto de desarrollar un nuevo motor de camión dadas las necesidades del momento.
La situación económica, la carencia de materias primas y el aislamiento internacional de España hacen que el gobierno se plantee como única solución viable para la industria del transporte por carretera (necesariamente autárquica en aquellos momentos) crear una empresa nacionalizada y única. Así en 1946 la compañía es vendida al INI y se crea la empresa ENASA que empezaría la fabricación de vehículos bajo el nombre de Pegaso. A partir de ahí todo es historia.
Por su parte la sección francesa de Hispano-Suiza se dedicaría a la fabricación de motores de avión para la contienda mundial en la que se ve envuelta Francia, una vez finalizada ésta sería integrada dentro de la empresa Safran.
Punto y final, qué poco nos ha llegado
Dicen los cinéfilos más avezados que las mejores películas son aquellas cuyo final discurre en el mismo escenario donde se inició la historia. En esta que hoy finalizamos somos conscientes de que volvemos al principio, no por los lugares o los tiempos que en ella se reflejan, sino por los hechos que parecen repetirse. Cuando empezamos con esta serie de artículos sobre los inicios de la automoción en España nos quejábamos amargamente del poco valor que en nuestra tierra se da al trabajo de los demás cuando no respetamos su memoria (y qué poco interés por las generaciones venideras a las que se les hurta la posibilidad de conocer su pasado).
Nada se conserva, nada perdura, dónde están los archivos, aún escasos o incompletos, que den vida a esa magnífica aventura que fue la Hispano-Suiza. Echamos de menos un museo, un registro, un lugar que recuerde la ingente labor que esos emprendedores y los cientos, o miles de personas, que con ellos trabajaron desde principios del siglo XX hasta ese fatídico año de 1945. Cuando hablan de la falta de amor por nuestra tierra, o por nuestro pasado, tal vez estén equivocados no se trata de desamor si no de desmemoria.
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