Hoy hablaremos de uno de los creadores que dieron brillo y fulgor a los orígenes de la industria del motor. Ettore Arco Isidoro Bugatti vivió una vida llena de luces y sombras, aunque eso podría decirse de cualquiera, las suyas eran de una intensidad desconocida para el resto de los mortales.
Nacido en 1881 en Milán, hijo y nieto de artistas, hermano de un afamado escultor en sus venas el arte compartía espacio con su rojo contenido. Su carácter, que podríamos calificar como “telúrico”, testarudo, engreído e incapaz de reconocer sus propios errores le permitió, sin embargo, crear vehículos que, aún hoy no han sido superados, por un perfecto equilibrio entre sus cualidades mecánicas y estéticas.
Nacido italiano su corazón siempre perteneció a Francia
Aunque nación en Italia, siempre se consideró francés pues vivo en el país galo desde su infancia. Desde muy joven empezó a dar muestra de una inquietud e inteligencia privilegiadas, así como su fascinación por mecanismos complejos.
Sus conocimientos mecánicos eran fruto de su experiencia y habilidad innatas, no tuvo formación, sin embargo supo rodearse de buenos y muy bien remunerados profesionales. A pesar de eso siempre bromeaba sobre los cálculos y símbolos usados por sus ingenieros a los que calificaba de “agujeros de violines”.
Creó máquinas geniales, que a principios del siglo XX introdujeron innovaciones como su motor de cuatro válvulas por cilindro y cuatro marchas con transmisión por cadena que portaba su Tipo 2 de 1900 se negó en redondo a aplicar otros avances que no hubieran sido creados por él.
De hecho muchos de sus modelos permanecieron inalterados durante años, sin recibir mejora o modificación alguna. Aunque finalmente, y a la vista de la ventaja que la competencia obtenía con mejoras como frenos hidráulicos o suspensiones independientes, tuvo que capitular y terminar usándolas en sus vehículos.
De carácter indomable cuidaba de su gente
A pesar de su fiero carácter, sus exigencias para con sus empleados hacían que su fábrica fuera un dechado de limpieza y orden, sus trabajadores siempre recibían altas remuneraciones, eran tratados con cariño por un patrón que dialogaba a diario con ellos y que conocía sus nombres y a sus familias.
Un hombre que, gracias a su pasión e inteligencia, fue capaz de crear mucho más que meros automóviles, sus coches son considerados esculturas rodantes, tuvo también en su carácter su mayor defecto. Era el alma y el corazón de su empresa, tras la muerte de su hijo en 1939, llegó la Segunda Guerra Mundial, ambas circunstancias fueron los detonantes de la quiebra de su empresa, y de su decadencia personal, fallece en 1947.
Ya sea un Bugatti o un 600 su valor para nosotros es el mismo, el precio de su seguro de coche clásico también, consúltenos y se sorprenderá.