Jagdwagen puede traducirse como coche de caza y proviene de una época en la que la marca Porsche no tenía ni la dimensión ni el prestigio comercial del que hoy goza. El modelo nace como respuesta a un concurso iniciado por la OTAN para dotar a sus miembros de un trasporte militar ligero similar al Jeep americano en la década de los 50, poco tiempo después del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Un componente de la familia del 356 poco conocido
La propuesta de Porsche es un pequeño 4×4 con techo de lona, chasis de acero estampado y un motor 356 simplificado para moverlo ubicado en la parte posterior, como en el 356 original, monta versiones de 1.5 y 1.6 litros del cuatro cilindros refrigerado por aire. Con una potencia de 50 CV alcanza una velocidad máxima de 110 Km/h dado su relativamente bajo peso, se trata de un vehículo ágil con la ayuda de su caja de cambios de cinco marchas, tal vez demasiadas para un coche de este tipo. Ofrece, también, la posibilidad de cambiar de tracción sobre la marcha. Considerado también anfibio, siendo capaz de flotar en el agua en caso de necesidad.
¿En qué quedó la propuesta?
Fue una cuestión de precio, el concurso se lo llevó el DKW Munga, similar al vehículo que nos ocupa pero más económico, con una mecánica más simple y fácil de producir. Normalmente esto hubiera significado el fin del proyecto pero Porsche se había embarcado en una inversión de 1.8 millones de marcos, una suma considerable en aquellos tiempos. El fabricante trató de encontrar nuevos clientes para el coche, de ahí viene su nombre: Jagdwagen. Porsche decidió dar esta denominación al vehículo para ofrecérselo a cazadores, trabajadores forestales y guardabosques. Llegó a construir unas 71 unidades entre 1955 y 1957, 49 de ellos estaban destinados al uso civil y fueron vendidos a particulares. A día de hoy solo se conoce la existencia de 15 coches tras su aparición en distintas subastas.
Presentado en distintos vídeos oficiales de la marca como antepasado del Cayenne de 2019 poca influencia, real, tuvo en la línea de producción de Porsche. El fabricante aprendió de la forma más dolorosa que era financieramente más beneficioso dedicarse a vender deportivos de uno en uno a consumidores privados antes de acudir a concursos públicos con precios demasiado ajustados y sin garantía de compra real.
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