En una pequeña ciudad a unos 40 Km. de París, Marolles en Hurepoix, ubicada en la región francesa de la Isla de Francia, se encuentra un taller que hace historia cada día. Su longevidad y su relación directa con una de las marcas más icónicas de la historia del motor hace de él un punto de referencia mundial. Son dos las personas que lo dirigen, padre e hijo, descendientes directos de Henri Novo el fundador.
Un garaje ha sabido hacerse un hueco en la historia de Bugatti, trabajo y fidelidad a sus orígenes son la base de su éxito
Al acercarnos al portón de la nave que aloja el taller desde hace décadas lo primero que observamos es la placa con la marca Bugatti. Muchos años de trabajo nos contemplan entre esas cuatro paredes, una historia que comienza como todo aquello que perdura, con amor y pasión. Henri Novo cae prendado a la tierna edad de 14 años por el rugido de un coche veloz que cruza las calles de su París natal, es un Bugatti, es entonces cuando decide cuál será su futura vida profesional.
Tres generaciones que han compartido pasión y esfuerzo
Pero tenemos que decir que el suyo es también un éxito de comunicación, Henri Novo supo transmitir a su hijo Jean su pasión por la mecánica y por los motores clásicos, y éste a su vez hizo lo propio con Frederic, nieto e hijo respectivamente. Y esta es la saga que lleva desde los años 50 del siglo pasado trabajando para los Bugatti, salvando para la posteridad todos aquellos coches de «La Marque» (como es conocida entre los aficionados) que caen en sus manos, ya sea comprándolos o restaurando aquellos que se acercan a sus instalaciones.
Su garaje no solo se dedica a los Bugatti atienden también otros coches, siempre clásicos, aunque son ellos mismos unos apasionados de esta marca. Reconocen que el negocio no es precisamente boyante, pero que el impulso de su propia afición hace que sigan cada día adelante con tesón. Hay que tener en cuenta que Jean tiene ya 76 años.
Ha sido, y es, su cuidado trabajo, su respeto por la historia y, cuando es necesario, por la forma en que las piezas a restaurar son trabajadas (en muchos casos con la misma técnica que se empleó para su fabricación), lo que ha hecho que conserven ese sello especial, y que los aficionados encuentran siempre que se acercan a su garaje. Vemos como la calidad en el trabajo, la pasión y el respeto a los orígenes traen consigo la supervivencia de trabajos que, de otra manera, no tendrían ningún tipo de futuro.
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